martes, 27 de marzo de 2012

La Culpa Materna

Culpable por no ser suficientemente bueno.


Culpable ante el otro, ante la vida… ante sí mismo.


El protagonista siente que no cumple suficientemente, le resulta imposible negarse ante cualquier petición, decir no le hace sentir mal, sentirse culpable.

Lo interesante de este trabajo psicodramático es que no se trabaja sobre escenas reales, todo el trabajo se realiza en torno a las fantasías que vive el protagonista en la duermevela. No se trabajan sueños propiamente dichos, si no los diálogos que revive el protagonista cuando el insomnio le impide dormir.


La situación que propone el protagonista es una situación laboral, hay un importante trabajo que no va a dar tiempo a concluir por lo que el responsable pide trabajo extra al equipo, incluso durante el fin de semana, algunos compañeros se excusan alegando motivos personales inaplazables, pero el protagonista se ve atrapado, también tiene compromisos familiares pero no se atreve a decir que no puede trabajar durante el fin de semana; además de tener que trabajar se siente muy culpable, de modo ambivalente, por una parte porque el trabajo no estará hecho y por otra parte por abandonar a su familia.

Todo ello le produce mucha ansiedad que se traduce en varias noches de insomnio, lo que se expresa cargado de emoción. Por esto el director decide comenzar a trabajar por las noches de insomnio, pide al protagonista que describa como es ese tiempo en el que está en la cama dándole vueltas al problema sin poder dormir.

Tenemos la escena en la cama, a la que se incorporan roles auxiliares que representan los personajes con los que la protagonista va manteniendo diálogos. Su pareja que se queja del abuso laboral, los compañeros que presentan excusas, el responsable del trabajo que exige esfuerzos extra. El justificándose, descuidando la vida familiar, culpándose, enfadándose. La culpa toma su propio papel y se manifiesta como sensación física activadora, opresión y acción.
Se incorporan a la escena las voces familiares, mensajes de la madre remarcando las normas, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, primero la obligación y luego la devoción.

Mediante el Yo auxiliar que representa al responsable del trabajo se intensifica la exigencia, se hace más y más demandante hasta ser inabarcable, esta escalada de exigencia propicia el cambio en la respuesta, es imposible no poner límite, ahora puede incorporar la negativa ante la demanda creciente. Esta experiencia de negación se traslada al diálogo con la madre.

Se desarrollo a una secuencia de cambios de rol con la madre para confrontar su exigencia normativa, ahora el protagonista puede poner límites a la exigencia de su madre recuperando su autonomía, revalida su propio valor en sí mismo, su derecho a la libertad de elección y a su propia satisfacción.

Tras este trabajo con la figura de la madre puede volver a su dialogo laboral, ahora puede marcar sus limites desde su capacidad de decisión, puede hacerse responsable sin culpabilidad.
El trabajo realizado en la acción psicodramática posteriormente será completado en una elaboración personal durante el sueño, según informa días después el protagonista.

lunes, 26 de marzo de 2012

Elaboración Psicodramática: Conflicto en la pertenencia al grupo

Yo ante el grupo, la experiencia de rechazo, la angustia, el temor a no ser aceptado, parálisis, ausencia de iniciativa, falta de habilidad para el contacto social.
El protagonista presenta su conflicto ante grupos de profesionales con los que se relaciona habitualmente, experimenta dificultad para relacionarse en el grupo de iguales, temor ante figuras de autoridad, buscando refugio en el aislamiento, con una fuerte sensación de incomodidad y automensajes desvalorizadores.
Nos trae una escena manifiesta, en la se muestra en una pausa para el café de una reunión de trabajo, varios grupos se presentan y comentan de modo informal en un dialogo social. El protagonista siente estupor ante la situación, se ve incapaz de participar en el contacto social, observa desde lejos, sintiendo amenazante la situación. En un soliloquio muestra su dialogo interno, “otra vez aislado”. Denota falta de protección, inseguridad, miedo, no saber cómo iniciar el contacto ni como mantenerlo.
Buscamos antecedentes de esta incapacidad en el ejercicio del rol social. Pasamos a una escena de transición a la edad de 14 años. Un grupo de compañeros muestra su desprecio. Un abierto rechazo, que confirma una tendencia ya instalada hacia el aislamiento. El patrón de relación a esta edad es escuchar y no hablar. Elaboramos el temor a la expresión. El cambio de rol con los que rechazan muestra como esos silencios son vividos de modo incomodo y propician el rechazo. El protagonista puede elaborar como su presentación al grupo promueve rechazo, al mismo tiempo percibe su valor personal y su propia capacidad para mostrarse de otro modo. En esta fase hacemos una elaboración instrumental en la que puede comenzar a experimentar otros patrones de relación desde su propia acción, se asimila como el rechazo puede ser controlado desde sí mismo, no quedando expuesto a una voluntad ajena, fuera de control.
La elaboración intelectual resulta efectiva, pero es incapaz de eliminar el temor y la ansiedad, puede actuar de otro modo pero resulta inseguro, artificial, y no permite superar la incomodidad de la situación. Se hace necesario abordar el conflicto latente.
Se presenta una nueva escena, a los 5 años, con el nacimiento de un hermano, el protagonista es desplazado en la relación familiar, aquí se origina un fuerte conflicto de perdida, vivido como desamparo y culpabilidad, especialmente desde el padre. El valor perdido, la angustia de la maldad, la falta de protección, la pérdida del rol ante el igual y el refugio en el aislamiento culpable. En la elaboración dramática se recupera el rol protector de la madre, el padre otorga un nuevo permiso para ser ante el otro y se restaura el vínculo fraternal roto. El encuentro del Yo adulto actual con el Yo niño del trauma permite que el adulto fortalezca al niño y que el niño recupere la espontaneidad sobre el adulto.
El adulto, portador del poder y del permiso paterno, acompaña el niño hasta la escena de transición ante la cual da valor, confianza, derecho y permiso para su expresión espontanea, se hace capaz de responder al rechazo y de dar vigor al rol relacional que ahora pierde el temor y la ansiedad pudiendo expresarse de forma adecuada espontáneamente.
Finalmente, recuperamos la escena manifiesta en la que se consolida un nuevo patrón de relación experimentando el ser no sólo aceptado sino valorado y apreciado.