Transformación del Yo en los otros al Yo con los otros.
El grupo psicodramático tiene su propio código social -grupal-, que se fundamenta en la libertad de comunicación. Se puede expresar lo que se quiere y como se quiere, se pueden dejar aparecer los deseos y sentimientos, cualesquiera que sean, se puede plantear cualquier tema, por difícil y escabroso que sea, etc.
Este clima facilita un espacio –continente-, donde cualquier fenómeno humano, consciente o inconsciente se puede desarrollar y desplegar, cualquier sentimiento, siendo los principales y más comunes los de esperanza, culpa, vergüenza y temor.
Sin embargo, indicaba Anzieu: “cada uno quiere que Yo sea para él, lo que él espera, y maniobra para que Yo entre en su punto de vista, para avasallarme con su yo, reducirme a no ser más que un objeto de realización de sus deseos. Corro el riesgo de no existir más por mí mismo, de estar descuartizado entre tan diversas demandas; mi yo se desparrama, mi maravillosa unidad imaginaria se rompe, mi unidad especular se fragmenta; el espejo está roto en varios trozos que devuelven imágenes desfiguradas y diferentes.
Cuando los individuos que componen el grupo, angustiados por la imagen especular despedazada, han conseguido tranquilizarse, superar la angustia de castración y se aceptan como seres humanos, tal como son, experimentan una emoción común agradable, un sentimiento positivo del que pueden nacer pensamientos y acciones concertadas para descubrir la mutación que acaban de vivir. Invocan el sentimiento del nosotros, el nacimiento de una unidad superior a cada individuo y de la cual participan”.
-El grupo se libera y queda preparado para el crecimiento-
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