jueves, 27 de octubre de 2011

El darse cuenta existencial en Psicodrama

Siguiendo la teoría de William Schutz sobre el desenvolvimiento personal en las relaciones interpersonales y el proceso del darse cuenta, entendemos el darse cuenta existencial como toma de conciencia sobre el estilo de vida personal que estamos llevando.
El darse cuenta existencial es la clave para determinar, decidir, si se quieren hacer cambios en la realidad existencial presente y en el estilo de vida para, esencialmente, dejar de atribuir o proyectar el descontento y sufrimiento personal en los demás y en el pasado, en los padres, en la fortuna, en las circunstancias, en el ambiente, etc., atribuyendo la existencia desafortunada en el aquí y ahora al entonces.
En su lugar, el darse cuenta existencial, permite tomar el “mando”, el timón o gobierno de la vida aquí y ahora, desde este mismo instante, para comenzar a decidir dentro del ámbito realista de decisión. Al fin y al cabo se trata de “ver” que el timón está ahí, disponible, solo falta empuñarlo.
Dentro de este ámbito de control podemos tratar las tres dimensiones interpersonales: Inclusión (pertenencia), Control (poder), Apertura (afecto).
Una de las principales potencialidades que podemos reconocer en la escena psicodramática, es facilitar este proceso del darse cuenta existencial, en vivo y en directo, bridándonos una oportunidad única para experienciar con las que son nuestras decisiones, que podemos cambiar, y las que son decisiones ajenas que quedan fuera de nuestro ámbito de control inmediato.

viernes, 21 de octubre de 2011

Crisis en los grupos de formación de Psicodrama

La idea publicada en la entrada anterior me trae el recuerdo de multiples dificultades y crisis sufridas, o disfrutadas ¿quién sabe?, en el desarrollo de los grupos de formación que se basan en una formación  vivencial directa.
Vivir, crecer, desarrollarse, parece que requiere sus crisis.
Ya sabemos que los grupos también tienen y siguen su propia dinámica y han de pasar por diferentes fases, altos y bajos, proximidad elástica, a veces muy unidos, a veces tan distantes. Doloroso, a veces, necesario siempre y con una recompensa final, la autonomía, la libertad, la capacidad para tomar las decisiones propias, ... en definitiva perder el miedo... miedo a ser y expresarse.
Pues bien, parece que nuestro los grupos de formación en psicodrama son especialmente vulnerables. También recorre este camino, a algunos nos ha quedado un cierta sensación de crisis tras poderosas jornadas formativas, pienso que es una sensación compartida y que por tanto tenemos que atenderla, dejarla fluir. Y es que los grupos de vivenciales no sólo nos dan una oportunidad de formación para nosotros, creo que representa el germen de algo más importante, que merece la pena cuidar, incluso por encima de nuestros puntos dislocados, ya que estos pasan, y sería lamentable que por cuestiones banales se pierda la oportunidad de ... librarnos del miedo.
Claro que para superar este paso quizá sea necesario matar al padre y que los hermanos se peleen; bueno necesario para que el grupo sea capaz de superar la dependencia y, con el grupo, cada uno de sus miembros, pero la salida siempre nos llevará a la responsabilidad de cada uno sobre nuestras propias acciones y al respeto por las acciones de los demás. Un camino de sentido único hacia la libertad y la autonomía.
 

Dinámica de la implicación personal Psicodrámatica

Transformación del Yo en los otros al Yo con los otros.

El grupo psicodramático tiene su propio código social -grupal-, que se fundamenta en la libertad de comunicación. Se puede expresar lo que se quiere y como se quiere, se pueden dejar aparecer los deseos y sentimientos, cualesquiera que sean, se puede plantear cualquier tema, por difícil y escabroso que sea, etc.

Este clima facilita un espacio –continente-, donde cualquier fenómeno humano, consciente o inconsciente se puede desarrollar y desplegar, cualquier sentimiento, siendo los principales y más comunes los de esperanza, culpa, vergüenza y temor.

Sin embargo, indicaba Anzieu: “cada uno quiere que Yo sea para él, lo que él espera, y maniobra para que Yo entre en su punto de vista, para avasallarme con su yo, reducirme a no ser más que un objeto de realización de sus deseos. Corro el riesgo de no existir más por mí mismo, de estar descuartizado entre tan diversas demandas; mi yo se desparrama, mi maravillosa unidad imaginaria se rompe, mi unidad especular se fragmenta; el espejo está roto en varios trozos que devuelven imágenes desfiguradas y diferentes.

Cuando los individuos que componen el grupo, angustiados por la imagen especular despedazada, han conseguido tranquilizarse, superar la angustia de castración y se aceptan como seres humanos, tal como son, experimentan una emoción común agradable, un sentimiento positivo del que pueden nacer pensamientos y acciones concertadas para descubrir la mutación que acaban de vivir. Invocan el sentimiento del nosotros, el nacimiento de una unidad superior a cada individuo y de la cual participan”.


-El grupo se libera y queda preparado para el crecimiento-